jueves, 19 de junio de 2014

Gabriela Mistral


Coplas

Todo adquiere en mi boca 
un sabor persistente de lágrimas; 
el manjar cotidiano, la trova 
y hasta la plegaria. 

Yo no tengo otro oficio 
después del callado de amarte, 
que este oficio de lágrimas, duro, 
que tú me dejaste. 

¡Ojos apretados 
de calientes lágrimas!, 
¡boca atribulada y convulsa, 
en que todo se me hace plegaria! 

¡Tengo una vergüenza 
de vivir de este modo cobarde! 
¡Ni voy en tu busca 
ni consigo tampoco olvidarte! 

Un remordimiento me sangra 
de mirar un cielo 
que no ven tus ojos, 
¡de palpar las rosas 
que sustenta la cal de tus huesos! 

¡Carne de miseria, 
gajo vergonzante, muerto de fatiga, 
que no baja a dormir a tu lado, 
que se aprieta, trélmulo, 
al impuro pezón de la Vida!


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